La Morra. Usos y abusos


         Con el visto bueno oficial  (la inscripción se hacía en la biblioteca municipal) el 8 de julio se realizó una ruta de senderismo nocturno, a luz de La Luna, con destino a  La Morra. Desconozco en número de asistentes al evento, pero el aforo se anunciaba ilimitado y se prometía diversión en función del grado de participación, por lo que la marcha podría haberse convertido en una auténtica romería noctámbula a la luz de las candelas. Seguramente la idea sea muy original y los concurrentes pasaron un buen rato, aunque alguien debería haber tenido en cuenta que, además de hito natural, La Morra es un paraje rústico propiedad de varios individuos, que pagan su contribución correspondiente. A fin de orientar a los organizadores del acontecimiento deportivo, mencionaremos que, en una parte del morro, las parcelas comienzan en el pie de monte y rematan en la misma cúspide, ofreciendo una apariencia de pedazos desiguales de tarta; en otras caras, el monte, que corona las tierras cultivadas, pertenece a unos pocos propietarios. En todo caso, para subir a la cima no existen caminos públicos y el ascenso se hace a través de los cortafuegos, que se realizaron dentro de las propiedades particulares o por las trochas de los jabalíes, que también están dentro de los límites de las fincas privadas.
         Es cierto que cada cual sube a La Morra cuando le da por ahí y que a nadie, que se sepa, se le ha reprochado nada; pero una cosa es que unas pocas personas realicen una salida a cualquier lugar y otra bien distinta que, de modo público, anunciado mediante carteles y con la venia oficial, se organice una ruta masiva (plazas ilimitadas) sin informar de ello (como poco) a los dueños de los terrenos por donde se realizará el recorrido.

         De otro modo, comunicar al vecindario que alguien ha tomado La Morra como el nuevo cementerio municipal. De un tiempo a esta parte, se está poniendo de moda abonar con las cenizas de los allegados las peñas que coronan el cerro. En este caso no solo nos dejan el muerto, también el recipiente que lo contuvo. Recordarles a los encargados de cumplir las últimas voluntades de los finados que en el cementerio existen unos nichos apropiados para los restos incinerados; recordarles también que aquéllos que han preferido terminar a la sombra de un olivo, chaparro o geranio lo han hecho al pie de una planta de su propiedad, donde sus deudos los recuerden y ningún vecino haya de cargar con el muerto ajeno. En caso de que ninguna de las opciones fuera de su agrado, tengan al menos el sentido común de traerse la bombonera y no la dejen abandonada al alcance de cualquiera, a quien semejante sorpresa podría resultarle poco agradable. Una solución pasaría por proponerle al ayuntamiento la instalación de un contenedor para “envases especiales”, pues no es de recibo reciclar el difunto y no hacer lo propio con el envoltorio.

Parcelación de La Morra (Fuente: sigpac CLM)